Cuando ví este capítulo, lo que más me llamó la atención fue el hecho de que no incluyera en el título la palabra "tiempo", pero que no os detenga: eso solo es una minucia sin maldad en el que puede ser uno de los grandes episodios de la serie. Una odisea de sesenta minutos tan emotiva como emocionante, que recupera el aire clásico de la serie sin olvidar las innovaciones y mejoras visuales de esta y la anterior temporada. Una absoluta delicia. Vayamos pues a echarle un breve repaso:
Pero si ya la trama histórica es brillante, la trama personal que arrastraba la serie desde la temporada dos del conflicto amoroso no resuelto entre Julián y Amelia ya es sublime: el regreso de Aura Garrido y el trabajo que mantiene Rodolfo Sancho en su añorado personaje se fusionan para darnos unas escenas absolutamente magistrales. Todo un ejercicio de interpretación y guión a la altura del más alto Hollywood. Un tándem de reencuentro breve pero muy intenso, que, finaliza, como venía ocurriendo, con una puerta abierta. Quisiera entonces ahondar más en esto porque se me hizo el corazón un puño: tras despertarse del coma inducido, atormentado por sueños con Lorca, Julián (o Eulogio) grita "¡AMELIA!", así que a Salvador (y a la buena de Angustias) no le queda otra que pedirla ayuda para traer de regreso (no solo al personaje de Aura) a Julián a su presente. Para ello, Amelia no dudará en hacerle excarvar en sus recuerdos más dolorosos, como algunas de sus misiones o su difunta mujer, Maite, y por supuesto, para el final, recuperar la tensión amorosa (que no sexual) entre ambos, con dos fantásticos besos imaginados pero muy deseados por ambos. Y por supuesto, la puerta a Aura parece que se mantiene abierta...
Tras la misión principal, finalizada con amargas despedidas, entre ellas las de dos reinos destinados a enemistarse (aunque tanto Felipe II como María Tudor se esforzasen en lo contrario), parece que Julián, recuperado (aunque desconocemos hasta que punto), retoma su puesto de patrullero temporal. Una de las cosas que más me ha gustado de este capítulo es sobretodo la ausencia de los personajes de Lola Mendieta y Carolina, porque así el capítulo recupera y logra todo el aire clásico (clásico es decir, primera y segunda temporada) de la serie, y se concreta mucho más en lo que de verdad nos interesa. Aún así, me quedo con ganas de saber como proseguirá la historia del personaje de Vellés.
Y el broche de oro final para acabar el capítulo viene de Julián y su querido Federico: en un alarde por cerrar las heridas del pasado y agradecer todo cuanto puede al poeta granadino, Julián se lo lleva a 1979 a ver a Camarón cantar uno de sus poemas. Una escena de ternura infinita que, muy merecidamente, ya ocupa mi ranking de las mejores escenas de la serie, junto a la disputa Lope-Cervantes y a la muerte de Felipe II. Y esa frase... Esa frase de Lorca diciendo... "Entonces... He ganado yo y no ellos" es absolutamente magistral. A pesar de ser ciertamente contrario a algunas de las ideas de la serie, si algo como eso me hace pensar, ya tiene mi más absoluto respeto. Aunque la frase tal vez, se refiera más a la victoria de la cultura y el saber sobre la ignorancia que al propio fascismo y Lorca.... No sé, tal vez algún día podamos debatirla. Yo con ella finalizo ya este artículo sobre el que es, definitivamente, uno de mis capítulos favoritos.
Atte: Pibón del Barroco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario